viernes, 23 de noviembre de 2018

Reflexiones


Buscando el mar


por Mamerto Menapace, publicado en Madera Verde, Editorial Patria Grande.


Como todos los ríos, también él se había puesto en movimiento buscando el mar. No lo conocía. Simplemente lo intuía, como un destino. Como un llamado.

Cuando la primavera de la vida puso su nieve en movimiento, contra lo primero que chocaron sus aguas alertadas fue precisamente con las rocas que hasta ese momento le habían cobijado. Tal vez le resultó difícil encontrar su cauce y ubicar un rumbo. Pero había una fuerza imperiosa que lo ponía en movimiento. Siempre hacia abajo, siguiendo su instinto de agua en movimiento, sentía estar respondiendo al misterio de su existencia, buscando un encuentro.

Los ríos son agua en movimiento que busca el encuentro con el mar. El mar lejano y aún no conocido los atrae. Y respondiendo a esta profunda y misteriosa atracción, arrastran su pecho por la tierra, embarran su caudal, atropellan los obstáculos y abren surcos que serán su propio cauce.

Pero hay ríos que renuncian a llegar al mar. Hay algunos que lo hacen porque no les alcanza el caudal y terminan por morir en los arenales. Otros, en cambio, abandonan su tensión por el mar y se convierten en lagunas: las lagunas son ríos que olvidaron su tensión por el mar. Cansadas de andar y vencer obstáculos, prefieren construir su propio océano en el hueco de alguna hondonada, o en los esteros de la tierra anegadiza. Y allí se quedan, engañándose a sí mismos, creyendo haber llegado cuando en realidad simplemente se han detenido. Señal de que no fueron muy lejos.

Pero hay otro tipo de ríos que tampoco llegan al mar. A éstos ni les ha faltado caudal, ni han abandonado su tensión por el mar. Al contrario. Allí donde su cauce se embreta y corre más apasionadamente puliendo las rocas, han aceptado un dique los sofrena. Sus aguas tumultuosas, al no poder seguir su curso normal, se arremolinan acorraladas y comienzan a trepar lentamente las laderas acumulando toda su energía. Se parecen a las lagunas. Pero hay algo importante que las diferencia: anidan en la altura y aceptan una turbina que las desangra.

Insisto que no han abandonado su tensión por el mar. Al contrario. Al sentirse contenidas por el dique que se interpone en su libre carrera instintiva, su ímpetu se acumula y se potencializa cada vez más. Incluso su fuerza puede llegar a ser peligrosa, si el dique cede. Entonces todo su caudal liberado e golpe se convierte en avalancha de piedras, barro y agua, asesinando todo lo que encuentra a su paso. Ha habido ciudades destruidas por las aguas desenfrenadas.

Pero si el dique resiste, porque se ha asentado sobre la roca, entonces la fuerza acumulada se canaliza a través de la turbina y se convierte en luz, en energía, en calor. El caudal se desfleca por las acequias y va a regar los surcos, creciendo por los viñedos hacia el vino, por los trigales hacia el pan, por los olivares hacia el aceite que alumbra, suaviza o unge. Gracias a su fuerza acumulada, entra en cada casa para el humilde servicio de abrevar, refrescar o lavar.

Nuestro río es de este tipo. Aceptando el dique que frena sus instintos de correr libremente hacia el mar, se hizo lago. No tenía mucho caudal, pero lo alimenta las nieves de la cordillera patagónica, y tiene cerros en su camino. Y en los Cerros Colorados su curso fue interceptado. Encorvó su lomo gredoso al sentir frenado su ímpetu, y actualmente sigue buscando ansiosamente el mar a través de la turbina que canaliza toda su energía. Y buscando el mar, llega hasta mi mesa hecho luz. La luz que alumbra mi celda de monje y me permite escribirles a ustedes su parábola de tensión y servicio. Porque este río no está esclavizado. De ninguna manera. Ha sido liberado para ser puesto al servicio.
El mar es amar.


Para Reflexionar:

¿Cuál es el destino de cada río según el autor?


¿Qué sucede con las personas que renuncian a sus sueños, a sus ideales, a su destino?

¿Con qué se puede comparar el dique que, por un lado "atrapa" las aguas del río y por otro "le permite ganar en altura" y ser útil entonces para riego, electricidad… para ayudar a los demás?

¿Cuándo sentimos el llamado de Dios, nuestra vocación… se nos plantea hacer renuncias… "aceptar diques"? 

¿Qué aprendemos para nuestra vida a partir del cuento?



Presentación de la Santísima Virgen

Presentación de la Santísima Virgen
Cuando la Virgen María era muy niña, sus padres la llevaron al templo de Jerusalén para ser instruida. Es una fiesta que nació en el año 543 en Oriente con ocasión de la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva en Jerusalén.

Fiesta de origen oriental

Se inicia la víspera (20 de noviembre) y se prolonga hasta el 25 o día de la clausura solemne. Es una de las doce fiestas principales del año litúrgico oriental. El oficio es muy interesante, es una fuente de tradición litúrgica, de tradición espiritual, una invitación a dejar presentar este misterio en la vida cristiana, a acercarse a festejarlo con mucha alegría, «portando con las vírgenes nuestras lámparas encendidas». Esta celebración pasó al calendario romano en 1585.
Una tradición muy antigua cuenta que, cuando la Virgen María era muy niña, sus padres, San Joaquín y Santa Ana, la llevaron al templo de Jerusalén y allá la dejaron por un tiempo, junto con otro grupo de niñas, para ser instruida muy cuidadosamente respecto a la religión y a todos los deberes para con Dios.
Es en los evangelios apócrifos donde se encuentra el relato de la Presentación de María al templo. El llamado Protoevangelio de Santiago es el más antiguo y en él se encuentra el siguiente texto: «María no tenía sino un año; Joaquín dijo a su fiel compañera: conduzcámosla al Templo para cumplir el voto que hemos hecho al Señor. Ana le respondió: esperemos mas bien que ella cumpla sus tres años, cuando no tenga tanta necesidad de su padre ni de los cuidados de su madre... Está bien, dijo Joaquín..., llegó el momento solemne. Ana y Joaquín reunieron a las jóvenes de su tribu y se dirigieron hacia el templo del Señor. No llevaban ni cordero ni paloma, pero iban a ofrecer a aquella que debía concebir al Cordero de Dios para la Redención del mundo, la mística paloma de los jardines del cielo. Cuando los peregrinos llegaron al umbral del pórtico, la Virgen pequeñita, subió sola las gradas, con paso firme y seguro».
Los autores de la vida espiritual encuentran aquí tres méritos: hay de parte de María el mérito de la diligencia apremiante, puesto que presurosamente viene a ofrecerse a Dios. El de la generosidad completa, porque María va a inmolarse al templo, deja a su padre y a su madre. Y el tercer mérito es el de una fidelidad inviolable, María sube de virtud en virtud.
Así en la larga historia de la vida religiosa y en centenares de Congregaciones, María tiene una caracterización espiritual dominante. Son varias las que quieren imitar a María a partir de su Presentación en el Templo del Señor.
Gemma Morató, O.P.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.




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