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Evangelio del día 24 de Noviembre.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 20,27-40
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»Intervinieron unos escribas: «Bien dicho, Maestro.» Y no se atrevían a hacerle más preguntas.
Reflexión del Evangelio de hoy
El amor da sentido a la vida
El libro del Apocalipsis es el último del Nuevo Testamento. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos el escrito más rico en símbolos de toda la Biblia. Aunque la cantidad de imágenes, acontecimientos y sucesos dificulta la tarea de interpretar la totalidad del texto y, como tal a lo largo de la historia, ha sido objeto de interpretaciones, estudios y coloquios.
El Apocalipsis ahonda en escenas de guerra que denomina “gran combate” contra Dios y, ciertamente la época de San Juan, entre Nerón y Domiciano, fue una época de persecuciones y propicia para dar testimonio. Testigo es aquel que cuenta lo que ha visto. Su primera y única cualidad es ser fiel a lo que sabe y no inventar nada. Los versículos que hoy contemplamos hablan de dos testigos: dos olivos y dos candeleros, que están en pie delante del Señor. Estos testigos cuentan fielmente su experiencia sin miedo a ser aniquilados porque su vida tiene sentido y cantan con el salmista: “Bendito sea el Señor que nos prepara para la guerra, nos pone a salvo y nos da la victoria”.
El actual testimonio de vida
La Biblia hace referencia a los saduceos y fariseos formando la clase gobernante del Israel espiritual; eran grupos compuestos por familias de la nobleza sacerdotal (durante el tiempo de Cristo eran aristócratas). Los saduceos eran más conservadores que los fariseos en áreas de la doctrina, trabajaron arduamente para preservar la autoridad de la Palabra de Dios escrita, especialmente los Libros de Moisés (Génesis a Deuteronomio) y rechazaban toda evolución del Judaísmo. En el Nuevo Testamento, se enfrentan con Jesús porque entraba en constante conflicto con ellos.
El texto que hoy nos ocupa presenta a los saduceos tendiendo una trampa a Jesús, basándose en la doctrina de Moisés de que cuando uno muere sin hijos, su hermano ha de casarse con la viuda para dar sucesión al hermano difunto. Le proponen el caso divertido de siete hermanos que mueren y van casándose sucesivamente. Pero Jesús se ríe ante la artimaña diciéndoles que no entienden las Escrituras, porque “cuando resuciten de la muerte, los hombres y las mujeres no se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo”. Al Señor se le acercan con adulaciones, con afirmaciones categóricas, con disputas doctrinales, con cuestiones de casuística (Ej. sobre la Ley del Levirato) pero Él es veraz, no es partidista, enseña rectamente el camino de Dios. Recordemos un proverbio que dice: “El hombre que adula a su compañero tiende una red a sus pasos” (Prov. 28,23; 29,5.).
La muerte, el más allá, el destino de las personas, es un gran misterio que ni la ciencia, ni la razón han desvelado; es obra total de Dios que quiere llevar a todas las personas a la plenitud de la vida. El fundamento de nuestra fe es la Resurrección de Jesús. Las respuestas a nuestras preguntas están en la palabra viviente de la Cruz y la resurrección. Nos dice San Pablo que “vana es nuestra fe si Cristo no ha resucitado” (1 Co 15.14) pero como Él es la Resurrección, nuestra fe está llena de verdad y de vida eterna. La muerte de los seres queridos nos entristece, en cambio, si hay resurrección no nos desesperamos porque sabemos que vamos a recuperar a esos seres queridos que murieron; es entonces cuando el amor no desaparece, es eterno y sí vale la pena amar, porque el amor no se desperdicia, no cae en el vacío, el amor tiene sentido, el amor da sentido a la vida.
Pidamos que nuestra vida siga las huellas terrenas del Señor y creamos que en Dios está la Vida y de Él viene la vida porque es un Dios de vivos. Nosotros vivimos con un Dios de vivos, no de muertos, “puesto que para Él entrar en el reino es entrar en la vida, una vida de aquí y de allí, una vida que atraviesa el tiempo y el espacio, que permanece. Creer en Jesucristo es vivir intensamente la vida y saborearla”.
Celebramos en la Orden de Predicadores a unos hombres, misioneros dominicos en el Extremo Oriente, mártires de Cristo, testigos de la fe que fueron juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos. Los mártires testimonian con su sangre la elección de Cristo. Nosotros hemos de traslucir “algo” del rostro de Jesús en nuestro modo de vivir, para que los nos miren, al vernos, tengan ante sus ojos a testigos fieles de Jesucristo. Que el Señor nos conceda, por su intercesión, propagar su amor entre los hermanos para ser de verdad hijos suyos.
Evangelio del día 23 de Noviembre
Lectura del santo evangelio según san Lucas 19,45-48
En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos."»
Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.
Reflexión del Evangelio de hoy
Tienes que profetizar aún contra pueblos, naciones, lenguas y reinos
El texto narra el gesto simbólico del ángel que ofrece a Juan un librito para que lo coma y lo devore. Éste así lo hace y experimenta en él mismo los contrarios sabores de su acción, dulzura y amargura. Similar gesto consta en la profecía de Ezequiel, y aquí apunta al mensaje teológico que conlleva la condición de ser y ejercer de profeta; éste recibe, gratis et amore, la Palabra de Dios para asumirla y asimilarla, para hacerla suya; una vez asimilada y digerida, decirla desde la normalidad de una nueva vida transformada por la palabra. Es una sencilla imagen de la dificultad de la tarea profética, pues si, por una parte, es innegable la inmensa alegría de anunciar el mensaje restaurador de Dios, por otra implica la amarga condición del profeta que debe desarrollarse contra viento y marea, sobre todo contra los poderosos, hasta el punto de implicar y complicar por entero la vida del mismo profeta. En la Biblia tenemos más de un caso en el que la propia biografía dolorosa y desgraciada del profeta se torna profecía en acción, profecía viva.
Todos los días enseñaba en el templo
Dos mensajes nos ofrece este breve fragmento del evangelio de Lucas. El primero se refiere a la escena conocida de los mercaderes en el atrio del templo, reducida en esta versión a un breve apunte. No se pone el acento tanto en la purificación del templo cuanto en el hecho de prepararlo para espacio de la enseñanza de Jesús, seguida por el pueblo pero rechazada por los dirigentes. Se reclama el templo como lugar de oración y no de otras actividades de dudosa ética, además de presentarse el Maestro como nuevo punto de encuentro de los hombres con Dios. El segundo mensaje de esta breve página es que Jesús quiere que el templo sea el lugar de su predicación a pesar de que sus dirigentes intentan silenciarlo; y entre éstos y Jesús, está el pueblo que escucha con interés su predicación. Más tarde será otra la reacción del pueblo, pero ahora éste es el obstáculo más serio para que los dirigentes hagan enmudecer la palabra del Maestro. Con este escueto texto, el evangelio de Lucas inicia la predicación de Jesús en Jerusalén, la ciudad donde deben morir los verdaderos profetas.
¿Prioriza la comunidad su predicación en tanto testigo del Evangelio o se atiene a un guión proveniente de otras instancias?
de agosto de 2018
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 61-70
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
–Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso ?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo:
–¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
–Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.
Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
–¿También vosotros queréis marcharos?
Simón Pedro le contestó:
–Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.